"Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven.
Y el que oye, diga: Ven.
Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente".
Apocalípsis 22,17
"ITE AD JOSEPH"!!!...
a estas alturas hablar de todos los singulares detalles de la sagrada tilma de Juan Diego, quizás no sea novedoso. Pues gracias, a que somos aldea global, los conocimientos están a continuación de un "click"!
El acontecimiento guadalupano se ha difundido enormemente. La imagen de la Virgen grabada en la tilma, está ahí para nosotros, para ver y creer, para analizar y sorprenderte, para conocer y amar, y amando servir.
María, como siempre, elige lo sencillo y verdadero en sus diversas apariciones.
Por ejemplo:
- Nuestra Señora de Guadalupe
1531. Juan Diego Cuauhtlatoatzin. (57 años).
Agricultor.
Tepeyac. México.
- Nuestra Señora de la Medalla milagrosa
1830. Catalina Labouré. (24 años).
Joven religiosa.
Rue du Bac. París. Francia.
- Nuestra Señora de la Salette
1846. Melanie (15 años) y Maximin (11 años). Pastores.
Fallavaux. Isère. Francia.
- Nuestra Señora de Lourdes
1858. Bernardette Souvirous (14 años).
Pastora.
Gruta de Massabielle. Lourdes. Francia.
- Nuestra Señora de Fátima
1917. Lucía (10 años), Francisco(9 años) y Jacinta (7años).
Pastores.
Cova da Iría. Fátima. Portugal.
Ellos pastores y labradores nos transmiten el mensaje de la Madre de Dios y Madre nuestra.
María, es la Mujer que aplasta a la serpiente (Gé. 3,15), es la Mujer vestida de sol con la luna a sus pies (Ap. 12,1-2). Es decir, María con su "Sí", con su "fíat" al Plan salvífico de Dios para la humanidad, permite la encarnación de Dios en un hombre como cada uno de nosotros : el Niño de Belén, Dios y hombre verdadero.
Pues bien, todo este misterio lo encontramos impreso en la tilma de san Juan Diego, al cuál nuestra Señora se manifestó en cuatro ocasiones, y se convierte en lo que se denomina el ACONTECIMIENTO GUADALUPANO.
Recordemos aspectos básicos de la imagen de la Virgen impregnada en la tilma, o especie de poncho de san Juan Diego, que están en relación directa con la cosmología mexicana, incluso refleja la constelación de Virgo en el solsticio del año 1531, el año de la aparición.
Rápidamente los recordamos :
- María:
es una joven mestiza, embarazada, circundada por rayos de sol,
como, la divinidad femenina pagana.
- El Tepeyac:
la zona es de un templo dedicado a la diosa Tonantzin.
- Sus ojos:
se descubren en sus pupilas a trece personajes, testigos de la 1ª revelación de la tilma.
- Su rostro:
está inclinado, expresando ternura.
- Su cabello:
lo lleva peinado y lacio.
Como lo llevaban las mujeres vírgenes.
- Su broche:
de forma oval con una cruz.
Como solían llevarlo los ídolos de piedra.
- Sus manos:
en postura de oración.
Se entiende que lleva en sus manos la flor de corazón.
Como cuando ofrecían sus corazones a Dios para vivir en armonía.
- Su vestido:
Color rosa/salmón, marrón rojizo.
Evocando la tierra mexicana.
- Su cinta:
Indica maternidad
Está por encima del vientre, indicando que es virgen y Madre de Dios.
- Flor de 4 pétalos:
colocada bajo el cinto color violeta, es una flor de jazmín.
Indica los 4 puntos cardinales, al dios único vivo y verdadero.
- Racimo de flores:
son 9 racimos de flores.
Representan un cerro y un río o un corazón con sus arterias.
- Su zapato:
Está sobre la luna negra y no tiene color (pigmento).
Muestra la sencillez de la tela y el prodigio de no haber sido sometida a ningún tratamiento.
- Su manto:
De color azul, verde, es decir color jade.
Solamente utilizado por el emperador.
46 estrellas.
12 constelaciones, alrededor de la constelación de Virgo en el solsticio de invierno de 1531.
¡Todo impreso viéndolo desde el cielo y no desde la tierra! Como si fuera un plano del cielo.
Lo que indicaba el nacimiento del nuevo sol, comienzo de todo.
- Rayos del sol:
Está rodeada de rayos de sol en forma de mandorla.
Es decir, un halo de dignidad, de poder, importancia, incluso más que emperadores.
- Luna negra:
Pisa una luna creciente.
Ofrecían sacrificios rituales a la luna y el sol.
Su Hijo es el "Sol de justicia", más poderoso incluso que las deidades paganas.
- Nubes:
Que indican que llegó del cielo.
Las entendían como un lugar desconocido. Como cofres visibles de tesoros ocultos.
Ella es los ojos, oídos de ese precioso ser celestial. En ella se hace visible y se da a conocer.
- Pequeño ángel:
Tiene entradas en el cabello y se le asocia como persona mayor.
Indica la sabiduría de los mayores en las comunidades indígenas.
Sus alas se asemejan a la de un águila,
y evocan el nombre de Juan Diego Cuahtlatoazín (águila que habla cosas hermosas).
A todo ello, agregamos que la tilma, guarda una temperatura de 36,6ºC, temperatura media del cuerpo humano!!!...
En suma, cada detalle indica que Ella viene a inculturizarse para unir dos mundos, dos culturas completamente distintas, forjando así una nueva raza, fruto de la unidad de ambos pueblos. Ya san Juan Pablo II, la define como "el modelo perfecto de inculturización".
Y concluyo con la premisa inicial, que es el punto central:
TEQUATLASUPE,
LA QUE APLASTA A COATLICUE,
LA SERPIENTE...
Cuando la Virgen se aparece a Juan Diego, le dice que ella es la TEQUATLASUPE, que significa "la que aplasta a la serpiente".
Pero, sucede que cuando transmite el nombre al obispo, este entiende "Guadalupe", pues le evoca fonéticamente a la Virgen de Guadalupe de Extremadura.
Y COATLICUE (falda de la serpiente) es un ídolo femenino.
Es sanguinaria y le ofrecen muchos sacrificios humanos, muchísimos. Se alimenta de cadáveres de los hombres, es comedora de inmundicias.
Era adornada con collares formados con cabezas disecadas de fetos que extraían a las madres embarazadas.
Y su templo, estaba ubicado precisamente en el Tepeyac.
Concluyendo:
Viene María santísima a cumplir con su misión en el continente americano : dar a conocer al DIOS VERDADERO!!!...
Viene en un climax de muerte idolátrica y de explotación del hombre por el hombre, viene a acabar con el mal!!!...
Viene a unir a dos pueblos distintos en nombre de Dios.
que en esta bellísima y santa fiesta de la PRESENTACIÓN de nuestra Señora en el Templo, sea una fuente de inspiración para que cada uno de nosotros se incline en la perfección de las virtudes, que nuestro barro, nuestra tierra...es decir que toda nuestra persona pueda ser siempre tierra fértil y dócil para que Dios obre maravillas en nosotros, tal cuál como lo hizo con nuestra querida Madre celestial.
A continuación, les dejo una bellísima oración con ocasión de esta hermosa fiesta mariana del Papa Pío XII.
ORACIÓN DE SU SANTIDAD PÍO XII
A LA VIRGEN INMACULADA
PARA RECITARSE EN EL AÑO MARIANO
Fiesta de la Presentación de María
Sábado, 21 noviembre 1953
A la beata Virgen María,
concebida sin pecado original
Raptados del fulgor de vuestra belleza celeste y suspendidos en la angustia del siglo,
nos arrojamos a vuestros brazos, oh! Inmaculada Madre de Jesús y Madre nuestra,
María, confiados de encontrar en tu corazón amantisimo el cumplimiento de nuestras más fervorosas aspiraciones y el puerto seguro entre la tempestad que de todos lados nos aprietan.
Aunque abatidos de las culpas y abrumados de infinitas miserias,
admiramos y cantamos la incomparable riqueza de excelsos dones, de los cuales Dios la ha completado más allá de toda otra criatura pura, desde el primer instante de su concepción hasta el día, en el cuál, Asunta al cielo, la ha coronado Reina del universo.
Oh! Fuente limpia de fe,
pulveriza con las eternas verdades nuestras mentes!
Oh! Lirio fragante de toda santidad,
acércate a nuestros corazones con vuestro perfume celestial!
Oh! Triunfadora del mal y de la muerte,
inspíranos horror profundo al pecado,
que hace al alma detestable a Dios y esclava del infierno!
Escucha, oh! Predilecta de Dios,
el ardiente grito que de cada corazón fiel se alza en este Año a ti dedicado.
Inclínate sobre nuestras llagas dolorosas.
Cambia las mentes a los malvados,
seca las lágrimas de los afligidos y de los oprimidos,
conforta a los pobres y a los humildes,
apaga los odios,
endulza las costumbres ásperas,
custodia la flor de la pureza en los jóvenes,
protege la Iglesia santa,
haz que todos los hombres sientan la fascinación de la bondad cristiana.
En tu nombre,
que resuena armonía en los cielos,
ellos se reconozcan hermanos,
y las naciones miembros de una sola familia,
sobre la cual resplandece el sol de una paz universal y sincera.
Acoge, oh! Madre dulcísima,
nuestras humildes súplicas, y
obténnos sobre todo,
que podamos un día repetir delante de tu trono,
bendecidos contigo,
el himno que se eleva en la tierra en torno a tus altares:
que santa Teresa de Ávila nos incentive siempre a "conversar con Aquél que nos ama". Para ella, hacer oración era establecer una amorosa conversación con nuestro Padre Dios. A veces, pensamos que acercarnos a Dios es de privilegiados, pero, no es así. Dios Padre, está ahí siempre, para cada uno de nosotros. "Nuestros nombres están impresos en las palmas de sus manos" (cf. Is. 49,16), porque "con amor eterno nos ha amado" (cf. Jer. 31,3), y "de tal manera Dios ha amado al mundo, que nos envió a su Hijo Unigénito" (cf. Jn. 3,16) para liberarnos definitivamente del mal. "Él sabe lo que necesitamos, antes que se lo pidamos" (cf. Mt. 6,8).
Entonces, solo debemos acercarnos a Él...
Que santa Teresa interceda por cada uno de nosotros y que podamos aprender mucho de ella...sobre todo su sencillez y su deseo profundo de encontrar a Dios.
Les dejo un hermoso texto sobre ella, de nuestro querido y entrañable Benedícto XVI, disfrútenlo!!!...
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Sala Pablo VI
Miércoles 2 de febrero de 2011
Santa Teresa de Jesús
Queridos hermanos y hermanas:
A lo largo de las catequesis que he querido dedicar a los Padres de la Iglesia y a grandes figuras de teólogos y de mujeres del Medievo me detuve también a hablar de algunos santos y santas que fueron proclamados doctores de la Iglesia por su eminente doctrina. Hoy quiero iniciar una breve serie de encuentros para completar la presentación de los doctores de la Iglesia. Y comienzo con una santa que representa una de las cimas de la espiritualidad cristiana de todos los tiempos: santa Teresa de Ávila (de Jesús).
Nace en Ávila, España, en 1515, con el nombre de Teresa de Ahumada.
En su autobiografía ella misma menciona algunos detalles de su infancia: su nacimiento de «padres virtuosos y temerosos de Dios», en el seno de una familia numerosa, con nueve hermanos y tres hermanas.
Todavía niña, cuando tiene menos de nueve años, lee las vidas de algunos mártires que le inspiran el deseo del martirio, hasta el punto de que improvisa una breve huida de casa para morir mártir y subir al cielo (cf. Vida 1, 5); «quiero ver a Dios» dice la pequeña a sus padres.
Algunos años más tarde, Teresa hablará de sus lecturas de la infancia y afirmará que en ellas descubrió la verdad, que resume en dos principios fundamentales: por un lado «el hecho de que todo lo que pertenece al mundo de aquí, pasa»;
y, por otro, que sólo Dios es «para siempre, siempre, siempre»,
tema que se reitera en la famosísima poesía «Nada te turbe / nada te espante; / todo se pasa. / Dios no se muda; / la paciencia todo lo alcanza; / quien a Dios tiene / nada le falta / ¡Sólo Dios basta!».
Al quedar huérfana de madre a los 12 años, pide a la santísima Virgen que le haga de madre (cf. Vida 1, 7).
Aunque en la adolescencia la lectura de libros profanos la había llevado a las distracciones de una vida mundana, la experiencia como alumna de las religiosas agustinas de Santa María de las Gracias de Ávila y la lectura de libros espirituales, sobre todo clásicos de la espiritualidad franciscana, le enseñan el recogimiento y la oración.
A la edad de 20 años, entra en el monasterio carmelita de la Encarnación, también en Ávila; en la vida religiosa toma el nombre de Teresa de Jesús.
Tres años después, enferma gravemente; tanto que permanece cuatro días en coma, aparentemente muerta (cf. Vida 5, 9). Incluso en la lucha contra sus enfermedades la santa ve el combate contra las debilidades y las resistencias a la llamada de Dios: «Deseaba vivir —escribe—, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte, y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar; y quien me la podía dar tenía razón de no socorrerme, pues tantas veces me había tornado a sí y yo dejádole» (Vida 8, 2).
En 1543 pierde la cercanía de sus familiares: su padre muere y todos sus hermanos emigran, uno tras otro, a América.
En la Cuaresma de 1554, a los 39 años, Teresa alcanza la cima de la lucha contra sus debilidades. El descubrimiento fortuito de la estatua de «un Cristo muy llagado» (Vida 9, 1) marca profundamente su vida.
La santa, que en aquel período encuentra profunda consonancia con el san Agustín de las Confesiones, describe así el día decisivo de su experiencia mística: «Acaecíame... venirme a deshora un sentimiento de la presencia de Dios, que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí, o yo toda engolfada en él» (Vida 10, 1).
Paralelamente a la maduración de su interioridad, la santa comienza a desarrollar concretamente el ideal de reforma de la Orden carmelita: en 1562 funda en Ávila, con el apoyo del obispo de la ciudad, don Álvaro de Mendoza, el primer Carmelo reformado, y poco después recibe también la aprobación del superior general de la Orden, Giovanni Battista Rossi.
En los años sucesivos prosigue las fundaciones de nuevos Carmelos, en total diecisiete.
Es fundamental el encuentro con san Juan de la Cruz, con quien, en 1568, constituye en Duruelo, cerca de Ávila, el primer convento de Carmelitas Descalzos.
En 1580 obtiene de Roma la erección como provincia autónoma para sus Carmelos reformados, punto de partida de la Orden religiosa de los Carmelitas Descalzos. La vida terrena de Teresa termina precisamente mientras está comprometida en la actividad de fundación.
En efecto, en 1582, después de haber constituido el Carmelo de Burgos y mientras se encuentra camino de regreso a Ávila, muere la noche del 15 de octubre en Alba de Tormes, repitiendo humildemente dos expresiones: «Al final, muero como hija de la Iglesia» y «Ya es hora, Esposo mío, de que nos veamos».
Una existencia consumida dentro de España, pero entregada por toda la Iglesia. Beatificada en 1614 por el Papa Pablo V y canonizada por Gregorio xv en 1622, el siervo de Dios Pablo VI la proclama «doctora de la Iglesia» en 1970.
Teresa de Jesús no tenía una formación académica, pero siempre sacó provecho de las enseñanzas de teólogos, literatos y maestros espirituales.
Como escritora, siempre se atuvo a lo que personalmente había vivido o había visto en la experiencia de otros (cf. Prólogo al Camino de perfección), es decir, a la experiencia.
Teresa teje relaciones de amistad espiritual con numerosos santos, en particular con san Juan de la Cruz.
Al mismo tiempo, se alimenta con la lectura de los Padres de la Iglesia, san Jerónimo,
san Gregorio Magno,
san Agustín.
Entre sus principales obras hay que recordar ante todo la autobiografía, titulada Libro de la vida, que ella llama Libro de las misericordias del Señor. Compuesta en el Carmelo de Ávila en 1565, refiere el itinerario biográfico y espiritual, escrito, como afirma la propia Teresa, para someter su alma al discernimiento del «Maestro de los espirituales», san Juan de Ávila.
El objetivo es poner de relieve la presencia y la acción de Dios misericordioso en su vida: por esto, la obra refiere a menudo su diálogo de oración con el Señor. Es una lectura que fascina, porque la santa no sólo cuenta, sino que muestra que revive la experiencia profunda de su relación con Dios.
En 1566, Teresa escribe el Camino de perfección, que ella llama Avisos y consejos que da Teresa de Jesús a sus hermanas. Las destinatarias son las doce novicias del Carmelo de san José en Ávila. Teresa les propone un intenso programa de vida contemplativa al servicio de la Iglesia, cuya base son las virtudes evangélicas y la oración. Entre los pasajes más preciosos está el comentario al Padre nuestro, modelo de oración.
La obra mística más famosa de santa Teresa es el Castillo interior, escrito en 1577, en plena madurez. Se trata de una relectura de su propio camino de vida espiritual y, al mismo tiempo, de una codificación del posible desarrollo de la vida cristiana hacia su plenitud, la santidad, bajo la acción del Espíritu Santo.
Teresa se refiere a la estructura de un castillo con siete moradas, como imagen de la interioridad del hombre, introduciendo, al mismo tiempo, el símbolo del gusano de seda que renace mariposa, para expresar el paso de lo natural a lo sobrenatural.
La santa se inspira en la Sagrada Escritura, en particular en el Cantar de los cantares, por el símbolo final de los «dos esposos», que le permite describir, en la séptima morada, el culmen de la vida cristiana en sus cuatro aspectos: trinitario, cristológico, antropológico y eclesial.
A su actividad de fundadora de los Carmelos reformados Teresa dedica el Libro de las fundaciones, escrito entre 1573 y 1582, en el cual habla de la vida del grupo religioso naciente. Como en la autobiografía, la narración trata de poner de relieve sobre todo la acción de Dios en la obra de fundación de los nuevos monasterios.
No es fácil resumir en pocas palabras la profunda y articulada espiritualidad teresiana. Quiero mencionar algunos puntos esenciales.
En primer lugar, santa Teresa propone las virtudes evangélicas como base de toda la vida cristiana y humana: en particular, el desapego de los bienes o pobreza evangélica, y esto nos atañe a todos; el amor mutuo como elemento esencial de la vida comunitaria y social; la humildad como amor a la verdad; la determinación como fruto de la audacia cristiana; la esperanza teologal, que describe como sed de agua viva. Sin olvidar las virtudes humanas: afabilidad, veracidad, modestia, amabilidad, alegría, cultura.
En segundo lugar, santa Teresa propone una profunda sintonía con los grandes personajes bíblicos y la escucha viva de la Palabra de Dios. Ella se siente en consonancia sobre todo con la esposa del Cantar de los cantares y con el apóstol san Pablo, además del Cristo de la Pasión y del Jesús eucarístico.
Asimismo, la santa subraya cuán esencial es la oración; rezar, dice, significa «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» (Vida 8, 5).
La idea de santa Teresa coincide con la definición que santo Tomás de Aquino da de la caridad teologal, como «amicitia quaedam hominis ad Deum», un tipo de amistad del hombre con Dios, que fue el primero en ofrecer su amistad al hombre; la iniciativa viene de Dios (cf. Summa Theologiae ii-ii, 23, 1).
La oración es vida y se desarrolla gradualmente a la vez que crece la vida cristiana: comienza con la oración vocal, pasa por la interiorización a través de la meditación y el recogimiento, hasta alcanzar la unión de amor con Cristo y con la santísima Trinidad. Obviamente no se trata de un desarrollo en el cual subir a los escalones más altos signifique dejar el precedente tipo de oración, sino que es más bien una profundización gradual de la relación con Dios que envuelve toda la vida. Más que una pedagogía de la oración, la de Teresa es una verdadera «mistagogia»: al lector de sus obras le enseña a orar rezando ella misma con él; en efecto, con frecuencia interrumpe el relato o la exposición para prorrumpir en una oración.
Otro tema importante para la santa es la centralidad de la humanidad de Cristo.
Para Teresa, de hecho, la vida cristiana es relación personal con Jesús, que culmina en la unión con él por gracia, por amor y por imitación. De aquí la importancia que ella atribuye a la meditación de la Pasión y a la Eucaristía, como presencia de Cristo, en la Iglesia, para la vida de cada creyente y como corazón de la liturgia.
Santa Teresa vive un amor incondicional a la Iglesia: manifiesta un vivo «sensus Ecclesiae» frente a los episodios de división y conflicto en la Iglesia de su tiempo. Reforma la Orden carmelita con la intención de servir y defender mejor a la «santa Iglesia católica romana», y está dispuesta a dar la vida por ella (cf. Vida 33, 5).
Un último aspecto esencial de la doctrina teresiana, que quiero subrayar, es la perfección, como aspiración de toda la vida cristiana y meta final de la misma.
La santa tiene una idea muy clara de la «plenitud» de Cristo, que el cristiano revive. Al final del recorrido del Castillo interior, en la última «morada» Teresa describe esa plenitud, realizada en la inhabitación de la Trinidad, en la unión con Cristo a través del misterio de su humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, santa Teresa de Jesús es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de todos los tiempos. En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, santa Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo de nuestro corazón, este deseo de ver a Dios, de buscar a Dios, de estar en diálogo con él y de ser sus amigos.
Esta es la amistad que todos necesitamos y que debemos buscar de nuevo, día tras día. Que el ejemplo de esta santa, profundamente contemplativa y eficazmente activa, nos impulse también a nosotros a dedicar cada día el tiempo adecuado a la oración, a esta apertura hacia Dios, a este camino para buscar a Dios, para verlo, para encontrar su amistad y así la verdadera vida; porque realmente muchos de nosotros deberían decir: «no vivo, no vivo realmente, porque no vivo la esencia de mi vida».
Por esto, el tiempo de la oración no es tiempo perdido; es tiempo en el que se abre el camino de la vida, se abre el camino para aprender de Dios un amor ardiente a él, a su Iglesia, y una caridad concreta para con nuestros hermanos. Gracias.